viernes, 14 de enero de 2011



Cuando abrí los ojos, no lo podía creer... seguía ahí, esa migraña venida a menos, que trataba de ser jaqueca pero se quedaba en la parte de descomponerme. Me saque la almohada de la cara y la luz del monitor evidenciaba un silencio digno de respeto en medio de un ataque de migraña.
Aún estaba descompuesto y ahora, veía borroso. Estaba bien, pero intranquilo... la dulce vos que hacia no mucho me había tranquilizado, ahora resonaba en mi cabeza como un eco del futuro. Como si mi conciencia luchara por no ser tan estúpida, y a la vez quisiera ser tan bruta como para no pensar más allá de la realidad.
Ya en la ducha, el agua caía como si fuera una triste y copiosa lluvia, de esas nubes que se te ponen en la cabeza, y solo le llueven a uno. No hubo forma de separar los celos de la razón, y ésta... siempre implacable me ponía en evidencia. Cuestionaba mi subjetividad al punto de no saber realmente donde estaba parado. ¿Mi punto de vista, estaba cegado por los celos? O era el miedo a perderla, o realmente se trataba de una realidad.
Me sorprendió que después de decir lo que dije, ella siguiera firme en su postura de conocerlo, generalmente, un mal comentario mío tenia algún efecto. Este caso era distinto, y eso me asusto; Tan evidente era para ella que mi punto de vista estaba cegado? o a tal punto se desacredito mi conocimiento empírico sobre él? Que, el interés de conocerlo superara ampliamente mi opinión. Eso, señores y señoras, eso realmente me asusto.
Ahora abro los ojos, y la almohada sigue ahí, el monitor esta prendido también... pero yo nunca me bañe.
Equivocarse, y a pesar de ello, deber otorgar confianza a mi ser interior, esto es el hombre. Ingrid Bergman

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